lunes, 11 de abril de 2011

Silent

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Era de noche, pasaba de las ocho seguramente porque a pesar de la negrura, la gente seguía con su ir y venir por la calle. El calor que los hace salir de sus casas. Como las cucarachas de las alcantarillas.

Estaba estacionado frente a la puerta de entrada de la casa de la abuela Carmen en el VW'89 que tuve hace poco; recuerdo bien sentir bajo mi pie derecho lo que quedaba del pedal del acelerador (que era nada). Esperaba a que Pato (mi hermano) subiera para poder irnos así que la puerta del copiloto estaba abierta. Hacía calor. Mucho.

Sentía el ancho asiento en mi espalda y el duro volante en mis manos. No es sino hasta que manejas un auto así que de verdad sientes al vehículo ser la extensión de tu cuerpo y puedes, si está en tu naturaleza, arriesgarte y correr y volar y frenar y saber donde termina la carrocería y empieza el resto del mundo. Igual que con tu cuerpo.

La luz amarilla del foco de la calle se apagó y sentí una camioneta dar vuelta a toda velocidad y pararse bruscamente pero sin patinar justo detrás de mi, porque estaba apenas a unos metros de la esquina -Mal nacido, casi me pega -dije para mi mismo mientras pensaba que igual podía salir rápido porque tenía el frente libre. Por fin venía Pato con sus despreocupados pasos y sus largos brazos. Ajeno al mundo y a lo que estaba por suceder.

Casi junto a él venían dos tipos de la parte más oscura de la calle y mientras Pato apenas se subía, ellos ya habían sacado pistolas y un tercero que ocultaba la sombra, mostraba un fusil de asalto que bien pronto rafagueó la camioneta detrás de mí. Vi el parpadeo de las armas de los otros dos y atiné a sentir en mi mente el switch. Clic.

Un bombeo en mi pié derecho que se soltó y luego fue hasta el fondo mientras soltaba el clutch. -Agáchate -le dije a Pato mientras mi mano derecha lograba tomarlo por la nuca e intentaba hacer lo mismo yo. Arranqué escuchando disparos y esperando en cualquier momento escuchar también los cristales de carro volando en pedazos. Todo con la misma calma con que he tenido que ver más sangre de la que quisiera con un completo silencio en mi interior. Sin pensar. Accionando y reaccionando solamente.

El motor me pedía cambiar de velocidad y lo hice literal "en dos patadas". -Vamos a pasar la esquina sin parar. -Ok -respondió Pato que seguramente había también cambiado de modo instantes después de mi.

Puse tercera y me enfilé hacia la esquina mientras veía un resplandor naranja reflejarse a nuestras espaldas. No había escuchado explosión alguna, no que yo recordara. Volamos a la siguiente cuadra y pudimos levantarnos y mirar que estábamos cerca ya del auto lavado de los primos de mi padre. Lugar seguro por fin.

Entré de un volantazo por el zaguán y me detuve lejos de la entrada a un costado de la rampa, en lo que alguna vez fue un asoleadero para granos. Vacío de gente y al resguardo de la parcial sombra del lugar.


-¿Estás bien, hermano?

-Sí ¿y tú?

-Claro, hermano.

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